jueves, 2 de agosto de 2007

Un recuerdo de infancia (a propósito de Fontanarrosa)


Hace unos poquitos días publiqué un artículo bastante lacónico acerca de la muerte de Roberto Fontanarrosa. La verdad es que poco tenía (y tengo) para decir respecto de ese tema en sí. No tuve el gusto de conocerlo, no fui un lector asiduo ni de sus cuentos ni de sus historietas (Boogie el Aceitoso o Inodoro Pereyra), pero sí, siempre me gustaron muchísimo, sus chistes sueltos. Me gustaron y me atrajeron, aún en los casos en los que no entendía nada.
Cuando yo era chico, mi viejo compraba revistas de humor. Las de aquella época eran "Hortensia", "Satiricón", posteriormente "Mengano". Yo las leía, aún cuando estas dos últimas eran "no aptas para niños" (bah, al menos eso me dijo una mujer una vez cuando comenté inocentemente que mi viejo compraba "Satiricón" y yo la leía).
En alguna de ellas leí los dos primeros chistes de Fontanarrosa de los que tengo recuerdo. En uno de ellos había un tipo grandote sentado muy cómodamente en un sillón, con un vaso de whisky. Se le acercaba una nenita muy pobre y le decía "¿una monedita?" y el tipo contestaba "No, gracias".
El otro era realmente enigmático, pero me causaba gracia. Había una mujer muy voluptuosa, completamente desnuda, que solo llevaba puesta una liga en una de las piernas. Dos tipos la miraban y uno decía "Debe ser la famosa liga de la decencia". Tardé años en enterarme que la "Liga de la Decencia de Rosario" era una de esas entidades "moralizantes" (esos grupetes de pervertidos preocupados por la sexualidad de los demás) a las que tan afectos eran los curas y los milicos y que asesoraban e influían al poder de turno en tareas tan edificantes como la censura de prensa y espectáculos.

No entendía demasiado, pero me causaba gracia el recurso, decir una cosa (en sentido figurado) e interpretarlo en sentido literal. Mi viejo también había traído el Volumen 3 de Les Luthiers, el de "Ya el sol asomaba en el poniente", en el que aparecía un texto introductorio que decía "La arenga que se escucha al principio fue la que el Coronel de Cocina Lamberto Loplatto dirigió a los postres, agradeciendo en nombre de éstos un flan con crema.".
De nuevo, no entendía pero me hacía reir ¿qué podía saber yo a los diez, once años, lo que era "dirigirse a los postres"? Pero me causaba gracia, mucha. Después, no se exactamente cuando, Fontanarrosa empezó a trabajar con Les Luthiers, y yo seguí riéndome, mucho, y de lo mismo, porque ese “de lo mismo” es interminable, es algo que, paradójicamente, nunca se repite, siempre es una nueva vuelta de tuerca a lo que está a la vista de todos pero nadie ve.
Hece unos días leí en Página/12 este texto del psicoanalista Eduardo Múller, que me dio que pensar, me trajo ese recuerdo, y bueno, ¿qué mejor que rememorar esas cosas que fueron edificando nuestra personalidad? Rememorar y agradecer.
PD: ojalá tuviese a mano esos dos chistes que mencioné. Puse estos, que son de ese estilo y también me causan gracia, por lo mismo.

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