martes, 10 de julio de 2007

Hablar de Música


Hace unos cuantos años, a la entrada de un aula de música en una universidad en Los Angeles, había un cartel pegado que decía algo así como “Talking about music is like dancing about architecture” (“Hablar sobre música es como bailar sobre arquitectura”). Al pie decía “Thelonious Monk”.
Confieso que al principio me hizo bastante gracia la frase, y más aún viniendo de un genio irónico como Monk, pero con el tiempo fui cambiando de parecer, sobre todo basado en el convencimiento de que en muchos casos, este tipo de aseveraciones, cuanto más categóricas, suelen tener mayor afán autojustificatorio (¿existe esta palabra? Si no, la acabo de inventar, pero supongo que todo el mundo entenderá lo que quiere decir). Ignoro si efectivamente Monk dijo esto que dicen que dijo, pero en caso de que así hubiera sido, me da la impresión de que siendo, que como es bien sabido que era, un hombre de pocas palabras, intentaba poner fin a una conversación que por lo que fuera, no quería mantener.
Digo esto porque haber dicho esto es decir poco (y no nada, como se desprende de la frase). Poco y contundente. O en otras palabras, haber dicho esto es en si, una afirmación en toda regla cuyo tema central es la música.
Mas allá de Monk (o no, porque en definitiva su laconismo se refleja en una música que brilla por su concisión, no hay nada que sobre), se me hace que sí, que se puede hablar de música, y que se pueden decir cosas realmente interesantes. Basta con repasar una cantidad de entrevistas, libros o videos en los que muchos músicos (y muy buenos) se refieren a su arte o al de otros en términos ya sea valorativos o simplemente analíticos, pero que en cualquier caso proporcionan elementos que ayudan en la comprensión de determinadas obras, estilos o concepciones artísticas. Son innumerables también los casos de músicos que hablan de otros músicos que fueron quienes les “abrieron la cabeza” respecto de ciertas cuestiones hasta entonces indescifrables.
La enorme diferencia, se me ocurre, tiene que ver con lo que se dice y con su contexto. No son lo mismo las palabras que el palabrerío, y, en honor a Monk, mucho de lo que se escribe acerca de música suena a que está de más por la sencilla razón de que carece de un objetivo claro ¿para qué se escribe? ¿para exponer el gusto musical de quien escribe? ¿su capacidad literaria? ¿su conocimiento enciclopédico? ¿su simpatía o antipatía hacia determinados músicos?
En fin, toda una serie de cuestiones que es preciso plantear si uno quiere que las palabras tengan algún sentido.
Si no, mejor dormirse una buena siesta...

2 comentarios:

Adrián Fernández dijo...

Podemos hablar de música: analizando su forma, armonía, contrapunto, timbre, textura, procedimientos compositivos, y todos los parámetros que se nos ocurran. Muchas veces, este análisis acerca la obra y quizá, permita degustarla más. Otras, simplemente latransforma en una disección de elementos. Entre estos dos extremos opuestos, buscamos desentrañar el misterio de la belleza que, acaso, es lo más parecido a acercarse a un espejismo en el horizonte.

Guillermo Bazzola dijo...

Exactamente, Adrián. Podemos hablar de la técnica, de la construcción, pero también de la estética, de la manera en que cada uno se ha acercado y se relaciona con ella. Y esa charla, me atrevo a decir, entraña un placer enorme, tanto afectivo como intelectual